Muy pocas veces me ha costado escribir, pero esta es la más difícil. Es difícil hablar de él que ya no está y de quién hay tanto que decir.
Hizo mi infancia muy especial, llenó espacios que sólo él supo como llenar.
Le gustaba tanto caminar. Recorrer las calles de Valdivia con el Papi Pitín era escuchar muchas historias, las que casi siempre eran interrumpidas por personas desconocidas para mí y él siempre nos presentaba con tanto orullo, me hacía sentir muy importante y especial como cada vez que nos veíamos.
Para él la familia lo era todo y ojalá no hubiéramos crecido ni cambiado, ser nuestro héroe para él era lo mejor.
Ya siendo más grande en medio de nuestras conversaciones muchas veces le dije que se parecía al Quijote en bicicleta, con su anatomía atlética recorriendo las calles de Valdivia. Ahora reacciono no sólo por la similitud física, él nunca dejó de ser mi héroe y aunque hayamos madurado y el tiempo nos haya cambiado nunca dejó de protegerme, tuvo que luchar contra supuestos imaginarios, pero el tiempo hará que la locura de mi Quijote sea tan cierta como cada momento especial que me regaló para siempre.
Y así como fue el mejor abuelo también fue mi papá.