Cierro los ojos y me veo, nos veo... siento tantas cosas, sobre todo una tibieza rica, energizante, ya nada de buscar respuestas, nada de contrariedades ni ahogamientos. El camino se ve despejado, armónico y colorido, hasta con banda sonora especial de fondo, con historia, con notas y acordes personalizados.
El dejar de lado la vida estresante y veloz de publicista, doy un vuelco completo y me lanzo en picada hacia el otro extremo. Me puedo denominar de muchas maneras, unos conceptos más holísticos de moda que otros, pero más allá de toda esa parafernalia mística en boga, después de 21 años retomo la similitud de algo que conocí en la adolescencia y que lo vivo con la profundidad e importancia que se merece. Respiro profundo, me tomo mi tiempo y me doy espacio para disfrutarlo cada día.
El diploma del 2001 se queda en alguna pared como recuerdo de esos varios años, no lo desecho por completo, la persuasión de puede llevar de otra manera, menos comercial, pero siempre servible. Por ahora y así como en estos últimos 3 años, mi camino se va abriendo más luminoso y acogedor, en que cada paso firme que voy dando es buscar y dar bienestar.
Este era el momento. Voy bien encaminada.